Hace tan solo unos días despertábamos con una noticia que probablemente haya impresionado a más de uno. Se trataba de Noa Pothoven, una joven holandesa que con 17 años y una importante historia traumática a sus espaldas, decidió dejar de vivir.
La prensa recoge que la madre de Noa había pedido en varias ocasiones que su hija fuera ingresada en una unidad de hospitalización de alguna institución psiquiátrica, pero la demora en las listas de espera de este tipo de centros en Holanda impidieron que se produjera dicho ingreso a tiempo. La propia Noa también expresó su malestar sobre esto, criticando la diferencia en la respuesta que se da ante una enfermedad física grave y la que se da cuando se trata de una enfermedad psiquiátrica.

Noa Pothoven mostrando su libro ttps://www.instagram.com/winnenofleren/
En 2018 otra chica de origen holandés con un diagnóstico de trastorno psiquiátrico, Aurelia Brouwers, tomó esta misma decisión aunque lo llevó a cabo de manera diferente. A los 29 años y tras 17 años de depresión, solicitó la eutanasia y después de varias negativas médicas, finalmente fue aprobada su petición. Los médicos no administraron el medicamento que la mató; ella misma lo tomó.
Hay otros casos, también en Holanda, de jóvenes con trastornos mentales por depresión y TCA que han terminado con su vida mediante la eutanasia o el suicidio asistido.
El suicidio en Holanda
Según datos de la OMS, la tasa de mortalidad por suicidio en Holanda es de 10,5 por cada 100.000 personas cada año, muy similar a la media global (11,6 por cada 100.000 habitantes). En España, la situación no es mucho más alentadora. Según los datos registrados en 2016 por el Observatorio Nacional del Suicidio junto con el Instituto Nacional de Estadística, las cifras son algo inferiores pero no se alejan de los datos globales: 7,6 suicidios por cada 100.000 habitantes.
Por otro lado, la media de facultativos que trabajan en el ámbito de la Salud Mental en Holanda es de 20,87 por cada 100.000 habitantes mientras que en España, la cifra se reduce a más de la mitad: 9,69 por cada 100.000 habitantes. Por tanto, podríamos plantear que en España se podrían dar casos similares a los de Holanda al disponer de una menor dotación de recursos para Salud Mental.
¿Se podría haber evitado el suicidio asistido?
Teniendo en cuenta los datos anteriores, en casos como los de Noa o Aurelia, nos planteamos qué habría pasado si estas pacientes hubieran recibido el tratamiento adecuado. En lo que se refiere a salud mental, quizás nos estemos confundiendo de debate, ya que si los pacientes recibieran un tratamiento intensivo, frecuente y de calidad, ¿seguirían manteniendo la decisión de quitarse la vida?
Hay momentos en los que el sufrimiento mental o la patología psiquiátrica dificulta la capacidad de decidir libremente. Por tanto, si hay oportunidad de aliviar el sufrimiento, el proceso de toma de decisiones es distinto y la alternativa escogida podría ser otra. Antes de buscar medios para morir, tenemos que asegurarnos de que se han utilizado todos los recursos para que la persona pueda seguir viviendo de la forma más digna posible, tanto física como psíquicamente.
Covadonga Bonal Giménez
Aina Sastre Buades
Psicólogas clínicas
Instituto Médico del Bienestar