Llega septiembre. Con ello, la vuelta a la rutina. Te encuentras al jefe nada más llegar, con el mismo estrés con el que le dejaste en julio. Parece que no ha desconectado; a ti sin embargo casi se te olvida que en unas semanas había que volver…. Encima, quedan 11 meses para tus próximas vacaciones.
La perspectiva es como para deprimirse; de hecho, hay gente que lo hace. En concreto, algunas fuentes refieren que uno de cada tres españoles padece o padecerá “depresión o síndrome postvacacional”.
¿Qué es el síndrome postvacacional?
No está registrado en los manuales diagnósticos de los profesionales, por tanto, no es una enfermedad pero sí un hecho. Hablamos de síntomas como ansiedad, ánimo bajo, irritabilidad, astenia, fatiga, dificultades de concentración o problemas de sueño; que aparecen inmediatamente después de haber disfrutado de un periodo continuado de descanso.
Muchos de nosotros podemos sentir alguno de ellos al retomar nuestro trabajo, tratándose en principio de un proceso de adaptación normal y necesario al volver a la vida activa y rutinaria, que se irá resolviendo de manera espontánea y sin mayores consecuencias en aproximadamente dos semanas.
Sin embargo, para algunas personas, esta adaptación conlleva un malestar significativo y cierta repercusión en su funcionamiento diario, influido por variables como la personalidad del trabajador (tolerancia a la frustración, habilidades de afrontamiento, gestión del cambio, etc), el clima laboral en el que está inmerso (climas hostiles, horarios extensos, mala relación entre compañeros o jefes poco motivadores), el agrado o desagrado por la labor que ejerce (tareas repetitivas o poco valoradas), la duración de las vacaciones (peor si son muy largas) o la red de apoyo del empleado fuera y dentro del trabajo.

¿Cómo podemos prevenir la «depresión postvacacional»?
Existen algunas estrategias que nos pueden ayudar a prevenir caer en un cuadro de este tipo y hacer la vuelta al trabajo más llevadera:
– Anticipar el regreso uno o dos días, para que la toma de conciencia del fin de las vacaciones sea progresiva.
– Dentro del periodo del veraneo, realizar alguna de las actividades rutinarias que hacemos el resto del año.
– Adaptar las horas de sueño y comidas al horario habitual de trabajo, de forma paulatina antes del regreso.
– Incorporación progresiva a la actividad laboral, a un ritmo más suave los primeros días y adquiriendo las responsabilidades de nuevo poco a poco.
– No acumular largos periodos de vacaciones, distribuyendo los días libres en diferentes momentos a lo largo del año.
– Las vacaciones no pueden ser nuestra única motivación a lo largo del año. Es importante mantener actividades de ocio y autocuidado aunque no estemos de vacaciones. En este sentido, puede venir bien realizar técnicas de relajación y/o meditación, deporte o pequeñas escapadas de fines de semana.
– Adopta una actitud positiva y céntrate en los aspectos beneficiosos del trabajo como la relación con los compañeros, tareas del trabajo que te motivan, la sensación de bienestar que produce ejercer una actividad en la que te sientes capaz o el sueldo a final de mes.
Si has llevado a cabo estas medidas, es noviembre y sigues presentando los síntomas, te recomendamos que hables con tu médico de cabecera o consultes a un especialista que pueda ayudarte.
Covadonga Bonal Giménez
Psicóloga clínica
Instituto Médico del Bienestar